La posibilidad de transformar al mundo, de crear herramientas, de conocer y brindar a los prójimos el conocimiento, nos caracteriza como humanidad. El desarrollo de técnicas, de herramientas con las cuales humanizamos los entornos, significó por milenios el despliegue de nuestra creatividad, la certeza en el mantenimiento de nuestras comunidades.
Pero en la sociedad industrial capitalista, la tecnología se convirtió fundamentalmente en un factor para aumentar la plusvalía, las ventajas comparativas y el control, como medio de consolidar el poderío material y político de las grandes empresas y capitales.
De ser un acto afirmativo de lo humano en la relación con la sociedad y la naturaleza, ahora la tecnología se puede considerar, en muchos de sus aspectos, una fuente de sometimiento y destrucción de la vida. Es un pilar del proceso de explotación de los trabajadores: innovar tecnología permite obtener ganancias extraordinarias.
Mientras que la búsqueda del lucro basado en innovaciones tecnológicas se mueve a gran velocidad, la capacidad de la sociedad para comprender las implicaciones sociales y económicas de las nuevas tecnologías, sus impactos al ambiente y a la salud, en la mayoría de los casos llega mucho después que los productos de esas tecnologías ya están en el mercado. Las formas en que las sociedades trataban de comprender y poner a prueba las innovaciones, han sido rebasadas por el alud de tecnologías nanométricas, biológicas, cibernéticas, robóticas y la convergencia de todas ellas.
Junto al sometimiento de los ecosistemas por las empresas, se desarrollan herramientas de espionaje, control militar, de manipulación de las personas en todos los sentidos: tecnologías de control social. Esas tecnologías afectan profundamente nuestra libertad, y nos colocan frente a un conglomerado de herramientas que parecen tener vida propia, nos avasallan y parecen destinadas a permanecer sin que podamos oponernos.
Ante el evidente deterioro de todos los entornos, los mismos que controlan los desarrollos tecnológicos proponen ponerle precio a lo que vuelven escaso, a cada brizna de yerba y a cada paisaje, a cada gota de lluvia o bocanada de aire limpio, a cada uno de los ciclos biogeoquímicos, como si volver negocio todos los ámbitos de la existencia garantizara “su conservación”. Aumenta la especulación sobre cómo controlar la debacle ambiental y climática y cada propuesta técnica se convierte, a su vez, en nueva fuente de lucro. Es la llamada “economía verde”, con “tecnologías verdes” que conllevan nuevos impactos sociales y ambientales negativos.
Poderosas nuevas tecnologías (como la nanotecnología, la biología sintética, la geoingeniería) se proponen y promueven sin evaluación ni regulación, chantajeándonos con la urgencia de crisis ambientales y climáticas ocasionadas por el mismo patrón de desarrollo del que provienen. Se trata de innovaciones a las que difícilmente podemos resistir desde nuestras formas organizativas previas.
La necesidad de recuperar la evaluación pública de las tecnologías se reconoció ya hace más de 20 años en el Plan de Acción de Río sobre Ambiente y Desarrollo (Agenda 21, Capítulo 34). Sin embargo, tan solo un año después de aquella Cumbre de la Tierra, la capacidad de Naciones Unidas para evaluar tecnología fue prácticamente borrada y sin embargo es más urgente que antes, porque:
El ritmo del desarrollo científico y tecnológico se ha acelerado;
La capacidad de los gobiernos y de la sociedad para comprender, supervisar y regular las tecnologías emergentes ha disminuido;
La convergencia de campos anteriormente diversos de la investigación científica ha multiplicado los impactos de las tecnologías resultantes. Por ejemplo: la convergencia de informática, nanotecnología, genómica y biología sintética hace posible la creación de formas de vida diseñadas artificialmente, con enormes implicaciones para el desarrollo ambiental y socialmente sostenible;
Un número cada vez menor de corporaciones trasnacionales controlan tanto las tecnologías como los recursos y su poder aumenta con los regímenes de propiedad intelectual;
Cada vez más ámbitos del mundo natural se consideran nichos de mercado gracias a las nuevas tecnologías, al tiempo que nuevos instrumentos especulativos financieros promueven su privatización y acaparamiento.
Es cada vez más evidente la relación entre el desarrollo tecnológico encabezado por las corporaciones y la producción de desempleo, miseria y crisis globales.
¿Es posible controlar el desarrollo tecnológico?
El tema de la tecnología ha sido un componente clave de las negociaciones en Río+20, que fue posteriormente integrado al proceso de negociaciones de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y de las conferencias de Financiación para el Desarrollo. Finalmente, en 2015 se constituyó como resultado de todos esos procesos, incluyendo la presión desde la sociedad civil, el Mecanismo Internacional de Facilitación de Tecnologías (Technology Facilitation Mechanism, o TFM por sus siglas en inglés), bajo la égida de Naciones Unidas y su Foro Político de Alto Nivel, que se reúne anualmente. En parte como resultado de años de trabajo de información e incidencia, logramos que éste mecanismo abriera dos canales directos de participación de la sociedad civil: un Comité Asesor del TFM de 10 personas, donde fue elegida una delegada del Grupo ETC; y un Foro de Ciencia y Tecnología anual, abierto. Esto abrió la posibilidad de retomar, desde Naciones Unidas, la evaluación de las tecnologías y plantear visiones basadas en el interés público, pero es un terreno en disputa con la corporaciones que detentan las tecnologías.
Redes de evaluación social de la tecnologías
No solamente los gobiernos, sino también las organizaciones de la sociedad civil y movimientos sociales tenemos dificultades para poder conocer, entender y estar en capacidad de evaluar las implicaciones de las nuevas tecnologías. Cada organización y movimiento está centrado en sus temas, muchas veces de gran urgencia y amplitud, por lo que no puede, separadamente ver y entender cada nueva tecnología que sin embargo puede tener impactos muy fuertes sociales, ambientales, políticos y económicos sobre sus áreas de acción y preocupación.
No solo el “sistema inmunológico del planeta” está sufriendo, también nuestra propia persona, los cuerpos de nuestras niñas, niños y jóvenes, que están heredando la carga de enfrentar la sinergia destructiva de las crisis del ambiente y la salud ocasionadas por el desarrollo actual de la tecno-ciencia desarrollada para el lucro.
Al mismo tiempo, esas tecnologías amenazan y/o desplazan las alternativas tecnológicas reales y positivas que existen desde las organizaciones, como por ejemplo, la agroecología y otras.
Por ello, desde 2008 el Grupo ETC comenzó a discutir con otras organizaciones y redes de la sociedad civil y movimientos sociales la necesidad de crear redes de evaluación social de las tecnologías. Han habido una serie de talleres y seminarios de diferente formato y en varios países a partir de un primer seminario latinoamericano que organizamos en 2008, en la ciudad de México. Luego de este largo proceso, en 2016, en colaboración con REDES-Amigos de la Tierra Uruguay, tenemos la posibilidad de avanzar concretamente estableciendo una red para la evaluación social de tecnologías, integrando representantes de movimientos, organizaciones y académicos críticos.
Algunas de las preguntas que nos planteamos son ¿cómo se vive en nuestra región la innovación tecnológica? ¿de qué modo sufrimos los impactos específico-geográficos de las innovaciones tecnológicas? ¿cuáles son las innovaciones estratégicas para la reproducción del sistema? ¿cuáles son las perspectivas propias con las que podemos desafiar a las imposiciones tecnológicas?
Para una evaluación social de las tecnologías necesitamos también pensar el problema con una perspectiva histórica. Enfocarlo no solo desde un ángulo inmediato y urgente, sino preguntarnos también de donde viene, cuánto tiempo ha estado ocurriendo, que caminos ha estado siguiendo, en qué momento se encuentra y hasta donde va a llegar, para saber con conciencia histórica, a qué nos estamos enfrentando.
Algunos de los objetivos que podría asumir esta Red serían
Crear capacidad común de ver el horizonte tecnológico, prever los nuevos desarrollos tecnológicos y sus impactos, tomando en cuenta el contexto social y la perspectiva histórica de donde surgen.
Plantearse como un fuerte interlocutor social ante los nuevos mecanismos de Naciones Unidas sobre tecnología y ante las políticas gubernamentales nacionales y regionales al respecto.
Analizar y elaborar reportes sobre los impactos sociales, económicos, laborales, ambientales y de salud de tecnologías concretas que afectan especialmente nuestra región.
Elaborar metodologías participativas de evaluación social (por ejemplo, tribunales, investigación-acción participativa, etc).
Plantear y rescatar también las opciones tecnológicas y las alternativas desde las organizaciones y movimientos sociales.
En una primera etapa, la propuesta es enfocarnos en aspectos relacionados a la soberanía alimentaria, tanto en la crítica de los aspectos tecnológicos de la cadena alimentaria agroindustrial, como en las alternativas, incluyendo la agroecología y la agricultura campesina, pero entendemos que la Red necesita abarcar muchos otros aspectos y tecnologías. Sí es posible establecer una red latinoamericana de evaluación de las tecnologías.
Estas son reflexiones de las personas y organizaciones que nos hemos propuesto establecer la RED TECLA desde por lo menos 2008.